No era un día cualquiera. Ese día el cielo estaba nublado como si la
naturaleza estuviera en consonancia con mis sentimientos. Caminaba por
el asfalto de la quinta avenida buscando algo que ni siquiera yo sabía.
Giré a la izquierda, bajé tres peldaños de escaleras y una gota de lluvia
cayo sobre mi nariz. Quizás fuera tonto creer en ese dicho de que si la
primera gota de lluvia cae sobre tu nariz cualquier deseo que pidieras
al cielo encapotado se te cumpliría. Cerré mis ojos con fuerza y pedí
aquello que mi corazón más deseaba. Después de unos segundos volví a
abrir los ojos, pero nada había cambiado.
Continué caminado hasta llegar al café que siempre iba para tomar
chocolate caliente y relajarme, un lugar hecho para dejar de pensar.
Era increíble el hecho de que hubiese pasado un mes tan rápidamente, de que ya quizás no lo volvería a ver. Desde el momento en el que
les había contado a mis amigas que había estado saliendo con él desde
hacía más o menos un año, se habían ido distanciando cada vez más de mi.
En ese momento me dí cuenta de que no eran amigas verdaderas en las que
poder confiar. La amigas no te dejan en la estacada, las amigas te
apoyan y te dan cariño cuando lo necesitas.
Tras siete meses de relación, él rompió conmigo por alguna razón
desconocida, quizás por la diferencia de edad. El tenía veintiseis años y
yo diecinueve, quizás ya no sintiera nada por mi, quizás solo había
sido un juego para él. El hecho es que nuestra relación acabó
volviéndose cada vez más fría hasta el momento en el que se rompió el
último hilo que nos unía.
A pesar del tiempo que había pasado desde entonces, aún no me acostumbraba a la idea de
estar sin él. Tal vez era algo estúpido seguir amando a alguien que
ya no estaba junto a mi, pero la verdad es que no es tan fácil
olvidar. Cuesta tiempo sanar la heridas que produce el amor verdadero,
del primer amor.
Me senté en una mesa situada al lado de las ventanas, donde se podía
escuchar el murmullo de la lluvia al chocar de manera violenta contra el
cristal. Llegó una camarera para tomar mi pedido, como siempre en días fríos pedí
chocolate caliente. Instantes después llegó con mi chocolate, lo puso
encima de la mesa y se despidió con una leve sonrisa un tanto forzada.
Tras media hora de estar allí sentada tomando mi chocolate, escuché el
sonido de la campanilla de la puerta al abrirse. No me fijé al principio
de quien entró, pero tras unos minutos y sentir como la silla de la
mesa de al lado se arrastraba decidí mirar quien era solo por
curiosidad. Fue un momento inesperado. Sus ojos se quedaron fijamente
mirando los míos y fue como si el tiempo se parara. Entonces ambos
sonreímos sintiendo, al menos por mi parte, una conexión especial que
jamás había sentido por nadie.
El primer amor es muy importante en la vida de las personas, pero a
veces es importante también mantener el corazón abierto a los demás y
esperar para encontrar a alguien que pueda llegar a ser tu alma gemela,
porque creo que aún existen las almas gemelas.
Karen.
Espero que os guste mi relato corto. :)
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